lunes, 20 de mayo de 2013

Las Obras de mi Vida (V): Cámara rusa


En sus cuatro recomendaciones anteriores ya había dejado notar el lúcido dromedario cuáles son, a grandes rasgos, sus filias particulares en cuanto a música culta se refiere, a saber: música de cámara, sinfónica, pianística y, en menor medida, coral. Lo más notable es, sin embargo, que todas mis primeras propuestas se enmarquen dentro de la corriente romántica, por la que siento especial aprecio y debilidad. Así pues, para esta quinta propuesta he decidido cambiar de época y pasar al S. XX, ése  que para lo bueno y lo malo dejó absolutamente todo patas arriba, y que en materia musical sigue siendo para muchos un gigantesco monstruo de infinitas cabezas al cual da verdadero pánico acercarse. Esas cabezas representan las innumerables corrientes que durante este tiempo nacieron en tromba y pugnaron entre sí por hacerse con el cetro de la vanguardia. Al final, todas ellas pueden reducirse a dos premisas: la legitimación del ruido como forma musical y su relación con la armonía (hasta entonces norma), que se negaba a desaparecer por mucho que la sepultasen capas y capas de sonidos disonantes. Para los oídos más valientes, el S.XX ofrece un fascinante (e inagotable) catálogo de lugares desconocidos donde adentrarse y dejarse sorprender. Merece la pena desprenderse del absurdo temor que infunde e hincarle el diente. A este respecto, el maravilloso trabajo de investigación y divulgación realizado por el crítico Alex Ross en el libro El ruido eterno es un estupenda guía de apoyo para atreverse a hacerlo.

'El ruido eterno', publicado en España por Seix Barral, 
perfecta ayuda para desentrañar el complicado
 espectro musical del S. XX. 



Dejando de lado estas consideraciones, pasaré a centrarme en las obras que traigo conmigo esta vez, o más bien, obra y propina: el Trio nº2 para piano, violín y cello, de Dimitri Shostakovich; y la Obertura sobre temas hebreos de Serguei Prokofiev.

Shostakovich es una de las personalidades que menos problemas tuvo para lidiar con la dicotomía armonía-ruido. Su lenguaje expresivo y su filosofía artística abrazan ambas y las hermanan sin que en ningún caso la unión o el contraste resulten forzados. Esto es gracias a que se mantuvo al margen de corrientes estrictas, andaba sobrado de genio y pericia para armar un discurso que hablase por sí sólo sin atenerse a reglas. Quizás por ello vivió siempre una relación tensa con el régimen soviético, que tan pronto ensalzaba su trabajo como lo miraba con lupa y suspicacia. A la vez que cuidaba de su mejor artista, quedaba descolocado con determinados significados demasiado universales que su prodigiosa obra podía adquirir. Por suerte, el talento y la actitud serena del compositor le permitieron sortear todos los escollos y expresarse, casi siempre, como quiso. Por supuesto, la mayor libertad de que gozó fue a la hora de enfocar sus trabajos de cámara, género minoritario e íntimo donde a la censura no le interesa (tanto) entrometerse.

Dimitri Shostakovich, uno de los grandes compositores
del S. XX...y de todos los tiempos


En la considerable producción camerística de Shostakovich se encuentran todas las señas de estilo que lo hacen grande. El ruso supo conservar ciertos criterios y elementos clásicos, fundamentalmente estructurales, pero se dedicó a cambiarlos de sitio o a desmenuzarlos. Le gustaba construir cánones y fugas a partir de melodías amorfas. Cuando éstas no tienen suficiente entidad, se la proporciona mediante juegos de ritmo y timbre. Los pasajes armónicos aparecen inesperadamente, e inesperadamente se interrumpen. Constantemente se cuelan retazos folclóricos, así como insertos minimalistas. Pero todo ello está perfectamente controlado, y el resultado adquiere una configuración sólida y poliédrica. Así se observa en sus 15 cuartetos de cuerda, en sus sonatas y piezas para dúo o en su extraordinario quinteto, todas ellas obras más que recomendables. 
Sin embargo, yo me quedo con el Trio nº2, compuesto en 1944, su único trío si consideramos que el primero fue un trabajo muy temprano en un solo movimiento que se iba a llamar Poema. Aparece dividido en 4 movimientos de tempos Andante moderato, Allegro con brio, Largo y Allegretto; una distribución clásica que para nada augura su intrincado contenido.


Para empezar, el cello se va a los armónicos y desgrana unas notas de lamento hasta que el violín le responde por los graves (sus papeles están claramente invertidos). Con la adición del piano queda establecida la atmósfera, extraña y grave, donde los tres instrumentos conversan de forma puramente camerística (construyendo el discurso juntos, sin preponderancias). Acabada la introducción, las cuerdas establecen el ritmo insistente a partir del cual el piano continua moldeando la melodía (más bien concepto) inicial. Luego le pasa el molde a las cuerdas y mano a mano culminan un clímax inestable donde armonías primitivas interfieren en atípicos pulsos y viceversa, pasándose de una voz a otra las células melódicas y rítmicas, de lo que resulta una particular fuga muy atractiva. Un misterioso pasaje en pizzicatos conduce a la recapitulación del motivo inicial en modo brillante, haciendo hincapié en su carácter dramático, aunque de repente se desmarca el violín con compases de alegre folclore que lo contrastan. En la confusión producida recopila el movimiento sus elementos principales y hace mezcla de todos para concluir de forma tan imprecisa como se desarrolló.
El allegro con brio parte de una línea melódica juguetona e infantil que se va volviendo endiablada al mutar en figuraciones rápidas que pasan continuamente de un instrumento a otro, lo cual no impide que a la mitad haga aparición un pasaje totalmente armónico y de carácter popular, que entre toda clase de virguerías técnicas lleva de nuevo al primer tema y concluye este scherzo breve y magnífico.

En contraste con la alegría del segundo movimiento, el tercero es un coral trágico y totalmente estático (la parte del piano sólo tiene notas redondas). Predomina al principio un estilo melódico post-romántico, pero a medida que avanza el movimiento se va deshaciendo hasta quedar totalmente suspendido al final.

De ese suspense arranca el marcado ostinato rítmico del último movimiento. En pizzicato, el violín presenta el tema principal, de reminiscencias árabes, que juega a dar mil y una vueltas sobre unas pocas notas y pasa después al piano (el ostinato se lo quedan las cuerdas) para retornar al violín e irse alambican en diversos tira y afloja entre los tres instrumentos, un patrón tomado del primer movimiento pero con mayor énfasis en el rompecabezas del ritmo, que estalla en un clímax apasionado y prolongado en el tiempo. Al acabar, el piano sorprende con una eclosión de devaneos impresionistas sobre los que retorna el lamento inicial del trío. Poco a poco vuelve la calma, pero no es más que para transitar de nuevo la misteriosa insistencia del tema arábigo, aún más inquietante tocado en piano. Un pequeño inserto del coral del tercer movimiento pone la base para la conclusión, donde la calma armónica del piano contrasta con el morendo del tema principal a cargo de las cuerdas. Sumidos de nuevo suspendidos en la intranquilidad, acaba esta fantástica obra.


Serguei Prokofiev

La Obertura sobre temas hebreos de Prokofiev es una maravillosa rareza en forma de sexteto, que data de 1919. Al tradicional cuarteto de cuerdas con piano, el compositor ruso añadió un clarinete, instrumento judío por excelencia. Así se hace notar al inicio, donde es el absoluto protagonista de un tema klezmer sustentado en la constancia rítmica del piano (muy parecida a la del último movimiento del trío de Shostakovich) y apuntado por las réplicas de la cuerda. Unos y otros lo conducen a un precioso pasaje en la línea de Debussy, cuya belleza adquiere un toque de distinción debido a la presencia del clarinete. Tras una segunda vuelta al motivo inicial, aderezada con toda clase de modulaciones de tempo, la pieza se asienta en un oleaje de piano y cuerdas sobre el que el clarinete dialoga por separado con cada una de ellas. Y es entonces cuando el cello presenta el segundo motivo, lírico, romántico y absolutamente sublime, como lo es también su desarrollo a través de las diversas respuestas enriquecedoras de los demás instrumentos, que mantienen esta atmósfera hasta los arrebatadores pianissimos del final. La obra da entonces una nueva vuelta a todo el conjunto, con ligeras variaciones, y transforma el sosiego final en un amenazante accelerando donde el clarinete vierte retazos del tema judío hasta interrumpirse por cuatro inesperados acordes que ponen fin a la propuesta de Prokofiev, que no sólo es bellísima, es además una de las mejores que conozco en género camerístico, en tanto que la distribución de sus elementos entre los instrumentos participantes es en todo momento tan sorprendente como equilibrada. 


domingo, 19 de mayo de 2013

Desesperança

A la espera de una nueva recomendación musical que está en camino, dejo aquí enlazada esta miniatura poética que pretende ser una especie de réplica, o más bien, agradecimiento a Heitor Villa-Lobos por el sentimiento desprendido de su fabuloso tableau en forma de sonata para violín y piano. 

viernes, 3 de mayo de 2013

El colorido archipiélago de 'Islands'

'A sleep and a forgetting', extraordinario cuarto disco del grupo canadiense Islands, fue el responsable de que me animara a escribir en la revista hypérbole este breve repaso por su sorprendente carrera. A la espera de nuevas andanzas del dromedario, que reconoce tener un poco dejado su proyecto, podéis leer el artículo aquí:
http://hyperbole.es/2013/05/el-colorido-archipielago-de-islands/