Por avatares
del destino resulta que no me ha sido posible ver la película más importante de
la temporada. Me refiero a The Master, de Paul Thomas Anderson. Como la
Academia de Hollywood se encargó de dejarla prácticamente fuera de la competición
por el Oscar, no haberla visto supone un mal menor de cara a dar mi opinión
sobre lo que han sido los premios este año. De cara a todo lo demás, es algo
que remediaré tan pronto como pueda. No es la primera vez ni la última (de
hecho, es habitual) que la película considerada por muchos expertos como la más
valiosa del año no reciba el trato que merece en estos premios o se quede sin
opciones de antemano. Estamos acostumbrados. Injusto o no, lo cierto es que con
Anderson fuera de combate quedaron finalmente en liza títulos de nivel medio
(Los miserables, La vida de Pi, Bestias del sur salvaje), medio-alto (Silver linigs playbook,
Django desescadenado) y alto-muy alto (Argo, Amour, Lincoln). No he podido ver la polémica Zero Dark
Thirty, pero a buen seguro aventuro que estaría en el último grupo de las
que he citado. En todo caso, la parrilla de salida para esta temporada era de
las más aceptables que podemos recordar.
Valga esta clasificación inicial para hacerse una idea de lo que pienso del reparto de cabezones dorados en esta ocasión, que se presentó como la más impredecible de los últimos años, aunque luego se fue definiendo. En principio todas las películas contaban con similares opciones para alzarse con varios galardones, en tanto que ninguna había despuntado especialmente en los premios concedidos por las asociaciones de críticos ni había conocido una de esas aplastantes campañas que las acaban conduciendo al éxito. Esta situación inicial cambió cuando Argo se llevó por delante el Globo de Oro y el Bafta, entre otros, quedando así como la favorita oficial.
Grant Heslov, Ben Affleck y George Clooney, los productores de 'Argo'
Y efectivamente, se ha llevado a casa el
premio gordo. Lo comenté el año pasado a propósito de The Artist y lo
vuelvo a comentar éste: es tradición que la película ganadora empiece a recibir
toda clase de comentarios negativos sólo por el hecho de salir triunfante. De Argo
he leído que es manipuladora y simplista, que la dirección de Ben
Affleck es de andar por casa, que sólo
se dedica a exaltar un triunfo diplomático de la CIA para regodeo de los
estadounidenses. Pocos comentarios así se dieron sobre ella en el momento de su
estreno, cuando se la trató como lo que es: una vibrante mixtura de thriller,
acción, drama, sátira y comedia sólidamente planteada y aún mejor ejecutada,
que pivota entre Irán y el mundo de Hollywood, perfectamente encajados gracias
al guión, y proporciona dos horas de entretenimiento muy completas sin apenas
tropiezos. Merecidos son también los premios de guión adaptado y montaje que ha
recibido. Quizás la mejor película de cuantas iban a competición era la
dolorosamente lúcida Amor, de Michael Haneke, pero ya sabemos que la
Academia arriesga poco a la hora de otorgar el máximo galardón. Amor al
menos ha ganado como película de habla no inglesa (ahí sí, no tenía rival).
La Academia ha desperdiciado la ocasión única que tenía
de premiar al importantísimo cineasta Michael Haneke
La categoría que constituía una mayor
incógnita esta vez era la de dirección. Todos saben que de haber sido nominado,
Ben Affleck habría salido vencedor (y no habría estado mal), pero fue víctima
de una extraña maniobra de los votantes que le dejó fuera de las nominaciones a
él y a Kathryn Bigelow, a Quentin Tarantino y a Paul Thomas Anderson. La cosa
quedó entre las opciones fáciles (Steven Spielberg y Ang Lee), las extrañas
(Behn Zeitlin y David O. Russell)...y Haneke. Parece mentira que la Academia no
haya sabido aprovechar esta ocasión de oro para reconocer la labor del
austríaco, autor fundamental del cine de nuestros días. Lo habrían hecho por un
trabajo de una inteligencia y maestría arrolladora. En vez de eso, el cabezudo
ha acabado en manos de Ang Lee, un extraordinario y versátil cineasta que
acudía en esta ocasión con su película más floja en mucho tiempo, La Vida de
Pi, donde su labor es buena pero nada trascendente. Si ha sido una
consolación por haberle dejado con la miel en los labios cuando Brokeback
Mountain (su mejor film y uno de las mejores del S.XXI) perdió como mejor película,
no han elegido precisamente la mejor ocasión para hacerlo. Puestos a plantar a
Haneke, al menos podían haberse decantado por la excelsa lección de cine que se
marca Steven Spielberg en Lincoln.
La cinta de Lee ha terminado como la más
premiada de la noche, al llevarse también a casa los premios de fotografía,
música y efectos especiales. Personalmente considero su estética demasiado kitsch,
incluso hortera por momentos, a lo que contribuyen especialmente la
fotografía y los efectos. Pero no se puede negar que están tratados con sumo
cuidado y en sí son brillantes. Premios, por tanto, merecidos.
'La Vida de Pi', una estética exagerada pero meritoria
Lo menos acertado de esta edición han sido
los premios interpretativos. Nadie discute que Daniel Day Lewis está soberbio
como Lincoln y que se merecía el cabezón dorado. Pero había ganado dos veces
anteriormente, y la Academia podría haber dejado espacio para otros actorazos
aún sin reconocimiento, como Joaquin Phoenix. Sucede rara vez, pero cualquier
opción entre los actores secundarios habría sido buena. Todos ellos habían
ganado el premio con anterioridad y están más que consagrados. Al final los
académicos han dejado clara su debilidad por Christoph Waltz, auténtico animal
de la interpretación que se comía un divertidísimo y verborreico papel,
cortesía de Quentin Tarantino. La debacle viene cuando hablamos de las
actrices. Desde el mismo momento en que Anne Hathaway fue fichada para Los
miserables sabía que iba a ganar el Oscar, siendo su actuación una de esas
que no por meritoria se antoja menos prefabricada. Su rostro demanda continuamente
el premio siempre que está en pantalla. Mientras tanto, la naturalidad y aplomo
de Helen Hunt en Las sesiones (papel, por cierto, mucho más complicado
que el de la Hathaway) se ha quedado a dos velas. Aún peor es el premio a la
actriz protagonista. Frente al veterano talento de una Emmanuelle Riva inmensa
en Amor, la Academia ha preferido premiar a Jennifer Lawrence por un
papel más bien discreto. La chica tiene tablas y 22 años. No hubiera pasado
nada por esperar a un mejor momento para reconocerla.
Los afortunados actores ganadores
Nuevamente, el Oscar al guión original ha
sido prueba de un inmovilismo incomprensible. Si el año pasado recayó en manos
de Woody Allen, éste ha ido para Tarantino, que en Django Desencadenado da
buena muestra de sus habituales virguerías en la escritura. Sin embargo, no
deja de ser una opción complaciente y algo fácil. A Tarantino debieron cubrirle
de gloria (más allá del guión) en 1994, cuando Pulp Fiction. La
sensación de quizá no vuelva a hacer una película como aquélla conduce a que se
aproveche el mínimo resquicio para premiarle. No digo que no se lo merezca,
pero había propuestas igualmente válidas y más refrescantes entre los
candidatos. Que se lo digan a Wes Anderson y su maravillosa e ignorada Moonrise
Kingdom.
Inmovilista ha sido, como siempre, el premio
al mejor vestuario, para Anna Karenina. La regla es, si la película es
histórica y las prendas muy vistosas, tienes el premio garantizado. Esta vez yo
apostaba por haberle concedido todos los premios de diseño a Lincoln,
extremadamente detallista, minucioso y perfectamente correspondiente al tiempo
que ambienta. Al final han caído más del lado de Los miserables, habrá
que conformarse.
El cuidadísimo y magnífico diseño de producción de 'Lincoln'
Nada que objetar al galardón conseguido por
Adele con Skyfall. Al igual que Hathaway, también ella sabía que
participar en el Bond de Sam Mendes era un premio seguro. La canción está muy
bien, así que no nos vamos a quejar. La música también ha sido protagonista del
mejor documental, el muy interesante Searching for sugar man.
Para terminar y como curiosidad, sólo
comentar que el mejor montaje de sonido ha tenido dos ganadores, Skyfall y
Zero Dark Thrity, lo cual dice mucho del igualadísimo nivel que muchas
categorías presentaban. No suelen darse muchos empates, pero ciertamente son
una estupenda solución para no dejar a nadie de vacío, más cuando son
merecidos.
En general el resultado de estos Oscar ha
sido un batiburrillo no demasiado acertado, especialmente en los premios más
importantes. Pero como ya comenté, hay que quererlos como son. Esta cosecha ha
deparado cintas muy estimables. Al final lo que importa es que las hayamos
visto, con o sin Oscar. El año que viene, más.
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