viernes, 3 de febrero de 2012

Obertura


“Sólo aspiro a que alguien
(no necesariamente en el futuro)
en alguna cultura muy antigua
me comprenda”
JUAN ANTONIO GONZÁLEZ IGLESIAS


Un buen día, a poco de haber comenzado la breve franja de tiempo que hemos dado en catalogar  como año 2012, me decido a alumbrar esta criatura que ahora os presento. Antes de empezar, entendamos por qué ha nacido.


Infinidad de veces hemos escuchado que la única forma de permanecer en el mundo cuando nos vayamos y que no sólo se queden los pájaros cantando es a través de nuestros hechos, de la obra que leguemos. Esto es inapelable e independiente de nuestras aspiraciones, de la preocupación que tenga cada uno por ser recordado. Lo cierto es que desde el principio de la Humanidad cada cual ha intentado con mayor o menor fortuna buscarse su hueco en el futuro, hacer posible que existan buenos o malos motivos para que al menos se pronuncie su nombre alguna vez. Quiero creer que casi todos lo hicieron por necesidad y no a conciencia. Me explico: quienes deliberadamente sólo buscaron inscribirse en la Historia, y por ende en el Recuerdo, lo acabaron haciendo gracias a un nutrido catálogo de acciones ominosas. No creo que aquellos con la capacidad suficiente para perpetuarse de otro modo buscaran con ansia esa perpetuidad, y los que haya son honrosas excepciones. Pero el resto de los mortales ha intentado dejar su huella por pura necesidad, por el mero hecho de haber vivido una vida y haber querido hacer algo en ella (y con ella).

No nos engañemos, es harto difícil conseguir que merezcamos ser recordados. Aún peor es intentarlo. Pero no debemos negarnos la posibilidad del recuerdo, por breve y reducido que este pueda llegar a ser. Sea cuanto sea el tiempo que hayamos de esperar para que alguien nos quite el polvo, nadie nos lo quitará si esto no es posible. Acciones sociales, descubrimientos, pensamientos, trabajos de investigación, personales gestas, arte. Todo cuanto pueda quedar reseñado sobre nosotros posibilita nuestro recuerdo. En un mundo plagado de toda clase de intentos por perpetuarse, pocos de ellos verdaderamente fructíferos, sería estúpido no subirse al carro uno también, más ahora que la Red de Redes permite hacerlo sin intermediarios. Siendo así, por qué no iba a verter aquí mis zarandajas existenciales. 



No sé si debería presentarme (con toda probabilidad nadie más que quienes ya me conocéis leerá esto), pero predicaré con mi propio ejemplo y no me voy a negar la posibilidad de que otros me conozcan. Me llamo Santiago, procedo de la imperial Toledo y, como decía Paul Simon en la maravillosa Leaves that are green, tengo 22 años pero no será por mucho tiempo. Por avatares del destino acabé estudiando para ser ingeniero civil, pero los que decidieron atraerme irreversiblemente y llenar mi vida son el arte y la cultura, en cualquiera de sus manifestaciones. Inevitable fue que empezara a hacer mis pinitos en diversas disciplinas artísticas en mi época anterior a la universidad, cuando todavía era un modélico sabelotodo al que nada se le daba mal, excepción hecha del deporte. Cuando la ingeniería, la crisis y el propio paso del tiempo me han ido (des)colocando en mi sitio llegamos a este momento.

He intentado resumir brevemente cuáles son mis puntos de partida para este blog, porque de ellos versará lo que encontraréis en futuras entradas. Decidir crearlo no ha sido sólo producto de incluirme en otro pasatiempo virtual de los que socialmente nos gobiernan a día de hoy, sino darme un motivo para estructurar pensamientos sobre lo que percibo en mi vivencia, algo cada vez más difícil en la era de la inmediatez. De paso, abro el camino para que alguien pueda tropezarse conmigo en el océano de la Red y durante un instante fugaz me recuerde. Espero no abandonar demasiado pronto este proyecto y que todo lo que esté por venir sea de vuestro agrado.

Os dejo con el resumen de este primer asalto. Ellos ya se han ganado su plaza en la eternidad.

1 comentario: