viernes, 3 de febrero de 2012

Esfinges

Con frecuencia escuchamos decir a gran parte de aficionados (y no tan aficionados) a la práctica de diversas disciplinas artísticas que no pretenden nada cuando las cultivan. Cuántas veces no habremos hablado con individuos que afirman que escribo sólo para mí o pinto por hobbie, remarcando que su obra no tiene ningún valor o es un mero canal de desahogo y liberación de fantasmas. Algunos lo hacen por verdadero miedo a desenmascararse o a que resulte que de verdad tienen algo que aportar, otros (los peores) son conscientes de su potencial pero saben cuánto vende lo inédito, esa bala de repuesto en la recámara que será tu comodín en cualquier momento de sequía o puede prolongarte como novedad incluso después de muerto. Y sólo unos pocos descuidan una obra que producen para pasar el rato sin necesidad de dar explicaciones.

 
¿Con qué fin pinta un artista callejero?

 
En todo caso, la meta a la que aspira toda obra de arte que se precie de serlo es a su difusión. Una obra no es verdaderamente legítima hasta que no es publicada. Sólo supera su condición de objeto cuando es percibida, cuando sacude a un receptor. A este respecto, cabe preguntarse si una partitura es una obra de arte mientras no sea interpretada (en otra entrada me meteré en este tema), lo mismo que podemos decir de un texto teatral o de un guión cinematográfico. En cualquier caso, todos ellos constituyen un soporte potencial de una obra que será durante el tiempo que se represente. Están para servir de apoyo a la obra y no para negarla. Y es aquí cuando nos topamos con Robert Schumann.

En su gran fresco pianístico Carnaval, sucesión de breves piezas de carácter cambiante, incluyó unos misteriosos pentagramas que bautizó, muy lógicamente, Esfinges. Al parecer, estas esfinges nos plantean el enigma que oculta la obra, un código formado por las notas mi bemol, do, si y la. Elucubraciones sobre su significado hay muchas, pero no es mi intención aquí descifrarlo. En lo que quiero incidir es en el hecho de que estas esfinges existan, de que estén integradas en el corpus general de la obra. 

Fue el propio Schumann quien adelantó que había un misterio que resolver entre las notas del Carnaval, de hecho gran parte de sus piezas se desarrollan a través de células musicales y tonalidades basadas en las cuatro notas citadas. Esto está patente en la partitura, al alcance de cualquier intrépido analista que quisiera investigarlo. Pero Schumann prefirió hacerlo explícito aislándolas en estos pentagramas, reservando para ellas un lugar nada aleatorio, (se insertan entre los números 8 (Replique) y 9 (Papillons) del conjunto), haciendo que conformaran una parte plenamente consciente de su estructura. Sin embargo, el compositor las quiso inexistentes para el oyente, aseguró que estos pentagramas no debían tocarse. Su misma escritura delata su carácter excepcional. Schumann empleó las cuadradas, notación en desuso con una duración correspondiente a dos redondas, aunque por la ausencia de indicación de tempo y de compás podrían durar lo que cada intérprete considere oportuno. Pero el intérprete no tiene nada que considerar, debe ignorarlas. 

De esta manera se burló Schumann de la legitimidad artística, negando a parte de una obra su derecho a existir, dándole forma y directrices pero impidiendo que pudiera consumarse como tal. Las Esfinges son un cuadro pintado para ser colocado de cara a la pared, unas líneas de declamación escritas para no ser declamadas. Pero desde el principio fueron publicadas, legítimas, llamadas a simbolizar y guardar la paradoja de ser y no ser al mismo tiempo. Es por esto que son mi pieza favorita de las que componen el Carnaval.
Huelga decir que lo que en última instancia no pudo conseguir Schumann es que su intención se cumpliera a rajatabla, ya que algunos pianistas no han dudado en traicionarle y tocan las Esfinges en su lugar correspondiente. Podéis tomaros la libertad de escucharlas o preservar su secreto. Sea como sea, son realmente bellas y enigmáticas. Como todas las esfinges. 

(en este vídeo, en interpretación de Mitsuko Uchida, entre los minutos 6:05 y 6:38)

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